Tengo más maneras de volar que pares de calcetines. Y las
ansias se agitan en mi estómago, igual que borbotea el amor un poco más arriba.
Mis alas no se esconden nunca, tampoco mis verdades, que son, creo yo, un poco
lo mismo. Así, subo como la Luna para volver a bajar a la hora correcta,
sabiendo que las estrellas siempre impresionan más vistas desde abajo e
intentando que el sol no me queme más de la cuenta. Soy adicta a crear
abriéndome el pecho hasta que sangra, diluyendo lo que sobra en el azul que más
uso en mis pinceles. Y a cambio sólo tengo ocres, grises y asfalto, sucedáneos
de pasión envueltos en humo de coches. Luego la tinta negra inunda el cielo y
la vida escala a miradores de cerveza y ron. Mientras, más abajo, está
observándome el diablo. Y no sé qué espera de mí, pero tampoco me importa.
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