
Si emprendemos un recorrido por
sus canciones, nos encontramos en primer lugar a una Cristina soñadora que nos
transporta más allá de un mundo absurdamente racional, "más allá de la oscuridad, de sueños quebrados mucho antes de
terminar", porque, al fin y al cabo "así es la locura, cuando sana y cura cualquier enfermedad" y
todo lo que
importa es sentirnos vivos. En la
misma línea, la cantautora defiende en su segunda canción la necesidad de crear
cada uno de nosotros un paraíso paralelo en el que poder olvidar la rutina y
los horarios y disfrutar de cada instante, de esas pequeñas cosas del día a día
que nos hacen felices, pues "somos pájaros en vuelo liberando la mirada, sabemos
respirar cada mañana."
En sus dos siguientes canciones, Cristina se abre por
completo emocionalmente. En Blues del
viento nos presenta una bella declaración de una amor sencillo y sincero,
ése en el que "somos poesía que se
lee en el abrazo", ése en el que "no
sabemos si es que llegará Paris a conocernos, más incierto es frenar la humedad
de este momento." En Hija de
madre y tierra realiza un autorretrato: "Mujer
de todos los viajes, llave de todas las puertas, de la revolución mi rebelión
es la esencia." "Como un acorde que aprieta en mi cintura, resuena la
poesía, la poesía y su guerra."
Como nos canta Cristina en su
quinta canción, "la atmósfera es el
único límite" y no debemos dejar que la sociedad marque en nosotros
falsas creencias, un guión absurdo que coarta nuestra libertad, "que nos ahoga el espacio." En
su sexta canción nos muestra que todo cambia, pero no debemos desfallecer ni
rendirnos jamás, sino que los sentimientos deben ser siempre nuestro principal
motor en la vida, pues "el río
nunca, nunca se cansa."
¿Qué hacer cuando te encuentras encerrado, enclaustrado en
las cadenas de relojes que no te dejan vivir? ¿Qué hacer cuando no ves la
salida? Pues mirar en nuestro interior y, tal y como nos canta en Cerro los placeres: "Volar con la imaginación, encumbrando mi voz he llegado al otro
lado; y que más da si tenemos el sol, una estrella que nunca es fugaz al
mirarlo. Juego mis encantos, cierro los placeres a las diez, no es un tramo largo,
no hay distancia alguna para ser." En su última canción, Cristina quiere
hacerse oír, pues "un verso libre es
un canto, es una libre expresión, un grito que como el agua recorre entera la
creación", pero sobre todo
quiere hacernos escuchar nuestro interior para que nos liberemos de grilletes
innecesarios, puesto que "no hay
anclas para vivir, si te hace bien sigue andando, si te hace daño déjalo ir."
Finalmente, esta próxima semana tendré el honor de conocer a
Cristina González Narea en carne y "huesos de mar", completando el
puzzle que comenzó con las sensaciones que logró provocar en mí la primera vez
que escuché su disco. Por su puesto, no dudéis en escucharlo (http://www.cristinagonzaleznarea.com/) ni en asistir a su presentación en Madrid el 4 de septiembre a las 21:00 en la sala Galileo Galilei.
gracias Sandra!, un abrazo de hueso y mar, Cristina
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